martes, 29 de junio de 2010

Revistas: Kiosco contra Universidad, asalto II

Ya ha pasado el lunes y bastante gente (a la que estoy muy agradecido) comentó diferencias entre las revistas de Universidad (U) y las de Kiosco (K) en "Revistas: Kiosco contra Universidad, asalto I". Hagamos el segundo asalto, una puesta en común, relacionémoslas y lleguemos a alguna conclusión.

Estilo: Varias personas las han señalado: en las revistas U el estilo tanto del texto como de la tipografía, las imágenes (si las hay), la disposición del texto y los colores son mucho más sobrios; alguien dijo aburridos; yo añadiría también el adjetivo viejo. Aceptemos que el tono impersonal es simplemente científico, vale ¿Las portadas sosas también lo son? Sigamos con las las mismas revistas mencionadas, por ejemplo la Revista de Occidente.Veíamos un número moderno, aquí abajo os pongo uno del año 1926. Diferencias mínimas. Lo mismo ocurre con las otras mencionadas Revista de Filología Española (RFE) o Ínsula. Resultan fósiles que nadie se ha preocupado en cambiar y cuyo estilo ha sido copiado por otras U más jóvenes. Claro que su público no elige una u otra porque la portada sea más o menos atrayente, por lo que ¿para qué trabajarse una imagen más dinámica? Me pregunto ¿es imposible hablar de cosas serias con un estilo (textual y visual) más moderno?

Edición: En el último comentario se señaló algo interesante, las diferencias entre formatos y periodicidad. Las U suelen salir cada año o cada seis meses (aunque Cuadernos Hispanoamericanos sale con mayor periodicidad) y en muchas ocasiones sufren retrasos pasmosos de meses e incluso años. Las revistas K en cambio salen con más periodicidad y puntualidad; y en cuanto a formato, éstas se editan como el resto de revistas (formato similar al de los comics americanos), mientras que las U tienden a parecer libros. ¿Podemos imaginarnos una revista U con ese formato K más grande, similar al de VogueX-Men, pero también al de Der Spiegel?

Tema: No se mencionó mucho, pero aunque el tema sea el mismo (literatura) el enfoque y la profundidad son mucho mayores en las U. En mi opinión, a veces demasiado: no es normal que un estudiante medio de Filología, en la segunda página, no sepa de qué se está hablando (cosa que me ha pasado más de una vez). Además observo una diferencia clave entre las revistas U y K en España: no hay ninguna K que hable sobre lenguas ni lingüística. En un país donde la Academia tiene una visibilidad e influencia apabullante, donde se firman manifiestos por el castellano (durante ese debate la misma Violenta de Monte señaló el poco posicionamiento a favor o en contra en el mundo de la Filología), donde las discusiones sobre valenciano y/o catalán hacen aprobar o suspender oposiciones, y las reformas ortográficas se hacen conversación de bar, los especialistas parecen haberse quedado mudos. El mundo académico se encerró a sí mismo en su Torre de Marfil, publicando y haciendo congresos para los otros habitantes de la Torre y de vez en cuando tirando por la ventana algún dardo contra esos plebeyos. Mientras, en la realidad, los debates lingüísticos son atizados por políticos, periodistas y demás opinólogos omniscientes con una nula formación lingüística; en cuanto a los temas literarios, están manejados por grupos editoriales que publican, reseñan y se premian a sí mismos en un prodigioso ejercicio onanístico.

Público: las K van dirigidas al ciudadano medio con cierto nivel cultural y que lee (aunque el primer anónimo señalaba que esto trae cosas malas); las U yo diría que van a "doctos": doctorandos y doctores (en la fotografía, estudiantes de grado de letras llegando a un congreso). Esta diferencia abismal explicaría la sobriedad/ aburrimiento/ viejuno del estilo. Su público llega a través de una cita bibliográfica en otro libro o artículo. Y es que esto tiene que ver con los diferentes objetivos de las revistas: las K, entretener e informar; las U, aportar datos científicos o eruditos. ¿Se puede entretener o informar a un público más amplio que los "doctos", hablando con una base sólida y con datos comprobados? ¿Podremos sacar la Filología de la Torre de Marfil?

Dinero: Muy comentado y con conclusiones claras: las U son más caras (aunque suelen tener más páginas), tienen menos publicidad, la gran mayoría están subvencionadas y no se cobra por colaborar en ellas; las K son más asequibles, tienen mucha más publicidad, pueden estar acompañadas por promociones o regalos y sí se cobra por trabajar en ellas (aunque sea poco). Claro que ¿quién iba a estar interesado en poner publicidad en una revista que sólo leen 4 gatos "doctos"? ¿A quién le interesa publicitarse en algo que se va a publicar en 6, 8 ó 10 meses más tarde (para entonces el producto puede estar caducado, desfasado o totalmente vendido)? Al margen de las bibliotecas de Universidades y similares ¿quién va a comprar ese tipo de revistas? Por lo tanto no sorprende que las U no puedan pagar nada a sus colaboradores, ¿no? ¿Podremos vivir los filólogos algún día de nuestras investigaciones?

Conclusión: a la que yo llego es que las revistas U están anquilosadas en un estilo arcaico y encerradas en su Torrecilla académica, lo que no da réditos. Han dado la espalda al lector no especializado dejándolo en las garras de periodistas, grupos editoriales y políticos. Las revistas K en cambio resultan más dinámicas y comerciales, pero más superficiales y con menos autoridad.

Tendremos que hacer algo ¿no?

¿Qué pensáis? De nuevo gracias a todos los que comentastéis. Tomemos este post como algo flexible, que puede ampliarse o enmendarse

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viernes, 25 de junio de 2010

Revistas: Kiosco contra Universidad, asalto I

Me debería haber currado más este post, lo acepto; fíjate como empiezo, con una definición de la RAE de la palabra revista, acepción quinta: "Publicación periódica por cuadernos, con escritos sobre varias materias, o sobre una sola especialmente". Pues sí, resulta que Interviú y Vogue se publican por cuadernos. La definición me hace recordar aquello de que "el diccionario, cualquier diccionario [pero sobre todo el de la Academia, añadiría yo], por su propia naturaleza estará siempre dos pasos atrás del uso" porque difícilmente podríamos reconocer nuestro concepto de revista (las de la imagen a la derecha, por ejemplo) en esa definición. El diccionario parece definir otra cosa diferente a lo que se suele vender en los kioscos.


Aquellos que hemos estudiado carreras de letras (quizás sea impresión mía: la gente de ciencias o de sociales no las usa tanto) estaremos muy habituados a manejar revistas para nuestros trabajos. Pero claro, de otro tipo; para la filología son clásicos referentes Ínsula o Revista de Filología Española, para otras disciplinas podrían ser Hispania o Revista de Occidente (más abajo, en la imagen). Estaremos todos de acuerdo en que este tipo de revistas son diferentes a las anteriores. A estas últimas podríamos llamarlas revistas de Universidad (por no llamarlas revistas de Sótano, donde suelen estar) y a las otras, revistas de Kiosco (en mayúscula, para que no sean menos).

Bueno, pero una cosa, ¿cuáles son las diferencias entre las revistas de Kiosco y las de Universidad? Bueno, os propongo un juego nuevo en Eumanismo (a ver como sale). Os pongo un par de páginas de dos revistas sobre literatura, una de Kiosco y la otra de Universidad. Tenemos que sacar entre todos las diferencias entre una y otra, tanto las evidentes (que van a ser muy importantes también) como las más sutiles (que en realidad conocemos por haber trabajado con ellas): título, tipo de letra, público, disposición de la página, elementos que aparecen en la página o en la revista en general, color, estilo del texto, etcétera. El lunes hacemos una puesta a punto de resumen y sacamos conclusiones. Os pido que, para que esto funcione, por favor, comentéis. Y recordad que podéis poner comentarios anónimos.

El primero es la portada del número 699 de Cuadernos Hispanoamericanos, de hace dos años y la primera hoja de un artículo de Agustín Costa. El segundo es la portada del número 153 de la revista Qué leer (cogida de la biblioteca pública de mi barrio) de hace un par de meses.





Venga, para dar ejemplo, empiezo yo repitiendo una característica que ya he dicho y desarrollándola algo más: que tienen hábitats diferentes y que no son intercambiables, es decir, las revistas de Universidad no sobreviven en el kiosco, ni a las de Kiosco se les ve bien en la Universidad.

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jueves, 24 de junio de 2010

Amor

El amor no te presiona el pecho y te deja sin aliento. Eso es el asma. El amor es otra cosa.

De la web Eso no es amor.

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miércoles, 23 de junio de 2010

Diputados, sueldos y cabrones

Un diputado puede cobrar al mes (bruto) alrededor de los 4 500 €. Hay 350 diputados, así que al mes no salen por, más o menos, 1 millón 575 000 €. Pero claro, esta gente es la que ejerce buena parte de nuestra democracia y (en teoría) tanta gente es importante porque así tenemos muchas voces y opiniones diferentes: polifonía. Claro que si el partido te multa cuando te sales del redil, entonces ¿para qué sirven 350 personas? Y es que el PSOE sancionará al diputado que se escapó de la disciplina de voto ayer.

Por lo visto los políticos han dejado de ser individuos para pasar a ser ovejas, cabritos lechones pintados de un color determinado (rojo, azul, rosa, verde, etcétera) y yo sin saberlo o quererlo recordar. Como esos chivinos nos cuestan millones de ojos de nuestras caras al mes, podríamos hacer que cada partido llevase un único parlmanentario con un número determinado de puntos. Ahora mismo el PSOE tiene 169 parlamentarios; bueno, pues entones que vaya Zapatero con 169 puntos, Rajoy con 154, Durán i Lleida con 10, etcétera. Como si cada uno de esos puntos fuesen calles del monopoly o cartas del Magic:
-Te echo mi conjuro de reforma laboral y giro mis 169 parlamentarios.
-Yo dejo sin girar mis 154 corderinos -diría Rajoy, y así hasta que cuatro años después repartiesen cartas de nuevo.

Teniendo en cuenta que hay 10 partidos en el Congreso de los Diputados, la cosa nos podría salir por unos 45 000€ al mes que, aunque es una pasta, nos ahorraría 18 360 000 € al año. Y así ellos podrían no tener que lidiar con esas individualidades molestas, llamado en este caso Antonio Gutiérrez Vegara.

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domingo, 20 de junio de 2010

Helado en su tinta

Al niño se le cayó la bola de helado. Una milagrosa mancha que crecía en sus pantalocitos se deshizo en pis. La vainilla y la helada orina empezaban a derretirse en el suelo cuando vio que a uno de los elefantes de la jaula se le descolgaba la cabeza. Sus colmillos se giraron sobre sí mismos, se doblaron, como entumecidos, se retorcieron en bucles hasta moverse libremente otras dos trompas más, algo más cortas. Las orejas se desprendieron, se abrieron las casi transparentes membranas y el niño vio cómo se enrollaban en dos largos apéndices más, como dos trencitas de niñata con canas. Su cráneo se retorcía, bajaba, su pescuezo se hacía larguísimo y delgado, apoyó sus tres trompas delanteras en el suelo y el cuello soltó los hombros del elefante, enroyándose en otros tres tentáculos. Aquello, sobre el suelo, estaba tranquilo: los ocho apéndices, húmedos y amontonados en el suelo, parecían latir. El enorme cuerpo del elefante, decapitado y con un agujero chorreante, se quedó unos segundos paralizado. Las patas traseras se le doblaron y cayó al suelo, como cualquier decapitado se echa a dormir. A un metro, el enorme y articulado cráneo gris se levantó unos centímetros sobre sus patas, estiro las trompas delanteras y comenzó a correr por las calles del zoo, lleno de familias felices y de divorciados con sus críos. El niño giró sus amarillentas piernas y miró al otro elefante, que aún estaba en la jaula.


Basado en la greguería "El elefante tiene trompa de pulpo", de Ramón Gómez de la Serna.

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lunes, 14 de junio de 2010

Mapa y literaturas europeas personales

Es poético, en varios sentidos, ver que un mapa tan bonito es la portada de un libro de tema tan interesante y que ambas cosas, tema e image, sean tan eumanismo. Pero es que además, dos de sus autoras me han enseñado alemán en la UAM: Yolanda García y Ana Ruiz, a las que mando un abrazo.


Como se ve en la portada, el libro se llama Interculturalidad y creación artística. Espacios poéticos para una nueva Europa y "refleja los resultados de un trabajo de investigación iniciado en el año 2003 sobre el fenómeno de las literaturas desterritorializadas en Europa expresadas en las lenguas alemana y francesa", según reza el resumen que aparece en la web de Calambur, editora del texto. Ya contaré más cuando lo haya saboreado.

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sábado, 12 de junio de 2010

Emigrantes de nuevo: la fuga cerebral española

Los españoles que abandonan su tierra en el siglo XXI poco tienen que ver con el perfil de sus abuelos [...]. Hoy, quienes hacen maletas son investigadores, médicos, biólogos, ingenieros, arquitectos o informáticos, entre otros profesionales.

Swissinfo en la noticia "La crisis detona una ‘fuga de cerebros’ en España"

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jueves, 10 de junio de 2010

¿Es un pederasta alguien de 34 años que mantiene relaciones sexuales con una niña de 15?

Probablemente diríamos que sí ¿no? Si además pensamos que él es profesor y ella acaba de cumplir sus 15 añitos, la historia puede dar asquete. Uhm, ya... Ahí va una cita:

"El novio tenía treinta y cuatro años de edad; la novia había cumplido quince el mes anterior"

Página 30 del libro Antonio Machado (en el capítulo llamado "Leonor") de Ángel González, Madrid, Júcar: 1986.

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martes, 8 de junio de 2010

Escritores Hispanoamericanos y mapa de Hispanoamérica

Hace un tiempo ya publiqué un par de mapas de Europa y de América con los presidentes y primeros ministros de cada país. Hoy os presento algo que hasta ahora prácticamente no había hecho, mezclar literatura y mapas: un mapa de los principales escritores latinoamericanos:

El mapa es el fruto de la colaboración con dos compañeras de la facultad: Laura Hatry y Lorena Ferrer Rey. Las discusiones han estado tan enconadas que nos hemos visto en la obligación de crear una segunda versión con una única diferencia: Perú. El objetivo del mapa era sacar un autor que satisficiese tanto criterios artísticos como que el elegido fuese muy conocido y mantuviese un estatus de representatividad de la literatura de su país. Por favor, si alguien tiene una opinión sobre quién sería mejor candidato para Perú, si Llosa o Vallejo, que lo diga. Incluidos los no filólogos, claro, que será interesante saber si les suena el nombre de César Vallejo:



Quien se venga quejando de la paridad de los elegidos, que tenga en cuenta que en el comité para este mapa había mayoría de féminas. Sólo aparecían nombres femeninos en países centroamericanos cuya literatura carece de esa gran figura que buscábamos, por lo que se aceptó la propuesta de simplificar ciertas fronteras de la zona. Siento si esto hiere sensibilidades nacionales.

Aquí el listado de autores:
Argentina: Jorge Luis Borges
Chile: Pablo Neruda
Uruguay: Mario Benedetti
Paraguay: Augusto Roa Bastos
Bolivia: Edmundo Paz Soldán
Perú: Mario Vargas Llosa/ César Vallejo
Ecuador: Jorge Icaza
Colombia: Gabriel García Márquez
Venezuela: Andrés Bello
Nicaragua (más Panamá, Costa Rica, Honduras, El Salvador): Rubén Darío
Guatemala: Miguel Ángel Asturias
México: Octavio Paz
Cuba (más República Dominica y Puerto Rico): José Martí

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lunes, 7 de junio de 2010

Valle-Inclán opina sobre San Canuto

¡Mentira parece que sean ustedes intelectuales y que promuevan estos escándalos! ¿Qué dejan ustedes para los analfabetos?
El capitán Pitito en Luces de Bohemia de Ramón María del Valle-Inclán, en la edición de Austral, 2005: pág. 82

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miércoles, 2 de junio de 2010

Julio Cortazar: "España tomada"

   Nos gustaba [...] porque aparte de espaciosa y antigua [...] guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
   Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las ultimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y como nos bastábamos para mantenerla limpia. [...] Nos moriríamos allí algún día; vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

   Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No se porque tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mi, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso. [...] Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene que pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mi se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.
   Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte mas retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán ['entrada o hall'], abría la cancel ['contrapuerta'] y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte mas retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo mas estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble como se junta tierra en los muebles. [La nuestra] será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.
   Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venia impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tire contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

   Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:
   —Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo. 
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados. 
   —¿Estás seguro? 
   Asentí.
   —Entonces —dijo recogiendo las agujas— tendremos que vivir en este lado.
   Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mi me gustaba ese chaleco.
   Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.
   —No está aquí.
   Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.
   Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.
   Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:
   —Fíjate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?
   Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.
   (Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.
   Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)
   Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamo la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.
   No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.
   —Han tomado esta parte —dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.
   —¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? —le pregunté inútilmente. 
   —No, nada.
   Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil [euros] en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.
   Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

Edición eumanizada del cuento "Casa tomada", de Julio Cortazar.

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Políticos

No pueden protagonizar la política personas que no han hecho otra cosa en la vida más que dedicarse a ella, vivir de ella y estar aterrorizados porque no saben de dónde vienen ni a dónde van.

César Antonio Molina, ex Ministro de Cultura.

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