miércoles, 29 de septiembre de 2010

Third Way, Neue Mitte, Nueva vía...

In each variant of Socialism that apeared from about 1900 onwards the aim of establishing liberty and equality was more and more openly abandoned.

Orwell, George: 1984. London, Penguin: 2003. 233

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sábado, 25 de septiembre de 2010

Tourismus, Musik und Krankheiten

Meine Freundin war im Koma und alles, was sie mir mitgebracht hat, war dieses lausige T-Shirt.

Lied von dem letzten CD von Wir sind Helden: Bring mich nach Hause. Apropos, viel besser als das vorletzte. Dank Spotify.

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jueves, 23 de septiembre de 2010

Mi primera publicación, en Voz y letra

El anterior post titulado Si le seguimos la broma a Fogwill es, como ya ha dicho mi querida comentarista frenética, mi reseña de la novela Un guión para Artkino del escritor Fogwill para la revista Voz y letra (uno de los medios de expresión del grupo Edad de Oro Biblioteca Nacional de España). Es mi primera publicación (al menos la primera citable) y se la agradezco personalmente a Pablo Jauralde y a Marta Ortiz, sobre todo a esta última, quien creyó que era una buena idea escribir una reseña que perpetra creación y no solo crítica.

La reseña adquiere para mí especial cariño ya que hace un mes Fogwill murió (me enteré por mi amiga Lorena Ferrer) y dejó esta novela como la última publicada en vida (Los pichichiegos se publicó en España después, pero ya había aparecido en Argentina en 1983). Es extraño pensar que yo leí a un escritor vivo pero que se leerá como una reseña de uno ya fallecido.

Aquí os dejo una imagen de la separata (palabra que aprendí al escribir la reseña), en la comparto páginas y cubiertas con uno de los comentaristas acérrimos del blog, Jorge Ignacio Manchón Bravo (editado), quien reseñó Giro visual: primacía de la imagen y declive de la lecto-escritura en la cultura postmoderna, de Fernando Rodríguez de la Flor Adánez.

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miércoles, 22 de septiembre de 2010

Si le seguimos la broma a Fogwill diremos que

Un guión para Artkino es una cáustica crítica a la Argentina Soviética de los últimos años. Su autor es el argentino Fogwill, Rodolfo Enrique Fogwill, aunque él se empeñe en borrar su nombre y en presentarse como un Azorín o una estrella del rock: simplemente Fogwill. La portada de la novela, hecha de cartón color amarillo enfermo, nos muestra un mapa del mundo en el que aparecen pintados de gris tanto los países comunistas europeos como Argentina, parte del bloque soviético.

Fogwill no es sólo el autor de la novela. El protagonista y narrador también se llama así: un hombre casado, escritor casi conocido, que recibe una abultada suma de dinero del estudio de cine más importante del mundo, Artkino, con sede moscovita, para que realice un guión cinematográfico. De ahí el título. Este hecho es el calambrazo que enciende la acción. Ya tenemos tres caretas “Fogwill”: autor, narrador, protagonista. Un baile de máscaras en el que no sabemos si detrás hay diferentes personas o si es una sola que está multiplicada por espejos narrativos. El lector, consciente de que es una novela, es decir, ficción, queda desasido de una voz narrativa en la que confiar. Usa un estilo sencillo en el que la utilización de palabras, de formas de cortesía se carga de significado: "camarada", "señor", "jefe" y el crudo "Fogwill" son motivo de reflexión y de comentario durante toda la novela. En otras novelas del autor rioplatense también se observa cómo la manera de hablar, la manera de pronunciar ciertas palabras o el sonido de ciertas letras se cargan de protagonismo. En esta lo importante es lo que se cuenta, que se podría dividir en tres temas: describir la personalidad del protagonista y narrador, contar cómo ese guión va siendo planificado y redactado y, por último, describir el Buenos Aires soviético de hoy.

Lo bueno de las narraciones con narrador protagonista en primera persona es que este no deja ni un segundo de estar frente al lector, ya sea como voz, como personaje o como ambas cosas. De esta manera llegamos a conocer bastante bien esa presencia obsesiva: su opinión sobre su propia obra literaria y sus ediciones; su matrimonio con una mujer “realpolitiker del arte: pragmática, simplona, [que] ama pisar tierra segura” a la que desprecia dentro de una clásica convivencia matrimonial; la nula relación con sus hijos, con sus compañeros de Partido, con sus secretarias que le pasan a limpio sus textos, con sus vecinos; sus influencias dentro de la Sociedad de Escritores, las personas a las que esa influencia ha castigado o bendecido, etcétera. Todo es servido al lector con la supervisión y manipulación del narrador. Lo vemos por ejemplo cuando habla del movimiento campesino "que núclea medio millón de pequeños propietarios, retrógrados irrecuperables ellos también". Datos objetivos, manipulación subjetiva. De esta manera se va creando la imagen de un escritor cincuentón engreído que disfruta de su posición intermedia dentro de la sociedad: sabe que de sus extremidades cuelgan hilos que el Partido controla, pero también sabe que él dirige los hilos de otras marionetas. Pertenece a la clase alta de la nueva sociedad socialista, que mantiene sus rituales sociales clásicos y su moral burguesa. Pero más adelante hablaremos en detalle del Buenos Aires proletario.

¿Cómo es el guión cinematográfico que diseña? El Fogwill personaje usa como base uno de sus propios cuentos de ciencia ficción. Nosotros podemos leer ese cuento incrustado dentro del guión, que está a su vez incrustado dentro de la novela. De esta manera la obra reseñada se enlaza en la tradición de novela dentro de la novela, de literatura que cuenta cómo se escribe literatura. Los espejos no sólo reflejan personas, también mundos y niveles narrativos. Ese guión trata de un hipotético 2018, un futuro donde no sólo Argentina está liberada por la revolución proletaria, como ocurre hoy en día, sino que todos “los focos de resistencia capitalista enquistados en el Atlántico Norte” han sido socializados. En ese hipotético mundo el ruso está en proceso de ser la única lengua permitida y las naciones se preparan para su extinción con el objetivo de formar todas unidas “el Nuevo Orden Mundial”, capital Moscú. El Fogwill protagonista se inventa un personaje colaborador de ese Gran Camino dentro de ese texto cinematográfico: “el sociólogo Gil Wolf, joven brillante [y] ex inglés”, es decir, otra vez la máscara “Fogwill” reflejada en un espejo que lo deforma. Por cierto el autor de la novela reseñada también es sociólogo.

Desde el bloque capitalista, en 1948, escribió George Orwell 1984, una predicción de la distopía nacional y mundial que podría surgir un par de décadas después. El Fogwill protagonista hace lo mismo con su guión, pero desde un país comunista y en la actualidad. En realidad ese texto cinematográfico es bastante más simplista que la novela del autor británico: en esta última el mundo estaba dividido en cuatro bloques, el del guión de Fogwill en uno; en 1984 la voz del narrador es crítica con esa pesadilla burocrática y se encarga de señalar los pecados del sistema con oxímoron como “el Ministerio del Amor era terrorífico”; en cambio, el Fogwill protagonista y narrador está plácidamente satisfecho dentro del Estado Socialista. Veámoslo en sus propias palabras, hablando de su mujer: "No aceptó ingresar en el Partido y sin embargo los camaradas de la zona tienen un muy buen concepto de ella", con lo que da por sentado que lo de su mujer es una excepción, que todo aquel que no es miembro del Partido debe ser señalado con el dedo.

Hacer un reescritura de otro texto no es algo ajeno en la trayectoria del Fogwill autor. En 2007 se publicó la novela corta Help a él, en la que un protagonista cuenta en primera persona cómo el mundo cambia después de la muerte de su amada: Vera Ortiz Beti. Otra máscara deforme del personaje Beatriz Viterbo de El Aleph de Borges. Una versión muy libre que se ambienta en una pintoresca e hipotética Argentina capitalista donde la revolución socialista no triunfó y que se encuentra en guerra con un Reino Unido también capitalista por la posesión de las Malvinas. Todo esto amenizado con escenas de escatológico sexo violento que daban color y olor a la novela, de las que ha prescindido en Un guión para Artkino. Se agradece.

Pero volvamos al último gran tema de la novela: la descripción del Buenos Aires soviético al que ya hemos hecho alusión. La vida transcurre entre el Partido, el Sindicato y su casa, enlatado en un lujoso y socialista coche que pasea por las amplias avenidas, los grandes edificios estilo pastel de bodas y los restaurantes de elite bolchevique. Ese es su hábitat y el protagonista parece defender lo asfixiante de un Estado policial en el que el Sistema decide el futuro de los adolescentes en función de los resultados de unos tests, en el que teñirse el pelo puede ser considerado una actitud antirrevolucionaria, en el que las opiniones estéticas diferentes a las del Partido son castigadas con la expulsión de la Universidad y donde los vecinos y los amigos se traicionan en su excursión al poder. El Gran Hermano con hoz y martillo. “Todos los argentinos son iguales, pero algunos son más iguales que otros” vendría a expresar la novela, retomando otro texto de Orwell, Rebelión en la Granja. De esto va realmente el texto que tratamos: de alguien que se mueve y se deja llevar en una sociedad supuestamente igualitaria, cuya igualdad ha sido estructurada en rígidas capas burocráticas, piramidales sindicatos, grupos y asociaciones monolíticas a las que se accede por contrabando de recomendaciones y favores. De una sociedad en la que se tiene que demostrar constantemente la pureza de ideología y en la que cualquier amante, amigo o vecino puede redactar un informe desfavorable que le ampute a alguien un poco de igualdad.

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sábado, 18 de septiembre de 2010

José Antonio Alonso: war y guerra aplicadas a Afganistán

Las discusiones léxicas en política me excitan mucho. ¿Os acordáis cuando la mitad del país se levantó en contra del Gobierno porque estaban a punto de usar una palabra mal: matrimonio?  NO, para los maricones no. ¡Vais a hacer que una entrada del Diccionario de la RAE sea errónea! ¡Se trata del léxico, estúpido! Esta semana ha habido otra de esas discusiones lingüístico-política. Si Obama, que todo lo puede, hablar de war, ¿no deberían hablar nuestros políticos de guerra?

José Antonio Alonso, que parece estar haciendo el máster universitario en elaboración de diccionarios y control de calidad del léxico hispánico de la UNED, dijo que "en la lógica del uso de la lengua inglesa la palabra guerra, 'war', se utiliza de manera polisémica" y, así, se habla de "guerra contra el narcotráfico", contra el crimen o contra el terrorismo (fuente ABC). ¿Es hilar fino eso o qué? Bueno, no tanto... Para empezar tenemos la palabra "lógica" por ahí que yo no sé muy bien como interpretarla. Vamos a decir que quiso decir "en la tradición del uso de la lengua inglesa"... En esa frase hay varias afirmaciones:

1 - Los usos metafóricos de una palabra no son traducible de manera automática.
2 - war es polisémico, guerra no.
3 - Esta polisemia hace que se creen una serie de construcciones con war que en español no son aceptables.
4 - Esto hace que war sea aceptable para describir la situación en Afganistán; guerra no lo es.

Vayamos paso por paso. El buen hombre tiene razón en una cosa: aunque una palabra sea la traducción directa de otra en otro idioma, sus metáforas no siempre son las mismas. Por ejemplo, en español tenemos la palabra hueso (que en inglés es bone), que puede usarse con diferentes significados: "se ha roto un hueso" o "estas aceitunas no tienen hueso": las aceitunas sí tienen hueso, sin embargo las olives no tienen bone sino stone, una piedra, otra metáfora pero diferente a la nuestra.  Otro ejemplo, espalda en portugués es costas, pero en portugués no se puede decir "o parque está nas costas do edifício" como en español sí que se dice "el parque está a la espalda del edificio".

Por lo tanto la reflexión teórica de Alonso de que las metáforas no son traducibles directamente es correcta.  En teoría; ahora, ¿qué pasa con la palabra guerra y la palabra war? ¿Son polisémicas en español y en inglés? ¿En ambos tienen los mismos significados y los mismos usos metafóricos?

Vayámonos a ese diccionario, respetado por ser antiguo, tan viejuno que muchas veces chochea, el Diccionario de la Lengua Española (alias DRAE): en la cuarta acepción de guerra dice "Lucha o combate, aunque sea en sentido moral". Esto vendría a ser una bofetada en la cara de Alonso. Y es que en realidad la palabra guerra en español sí es polisémica, polisemia basada en la metáfora LAS PERSONAS SON ESTADOS. EEUU puede declararle la guerra a Rusia en un sentido literal (recogido en la segunda acepción); yo le puedo declarar la guerra a mi compañero de trabajo en un sentido metafórico. De hecho buena parte de las colocaciones que el DLE recoge son metafóricas: guerra de cifras, guerra psicológica, guerra de precios, dar guerra, etcétera.

O sea, que es mentira que war sea polisémico y guerra no: ambas lo son. Bien, pasemos a la afirmación tercera: tiene razón en que en inglés se han creado más colocaciones con war que en español con guerra. Es cierto que en inglés se usen expresiones como guerra contra el terrorismo o guerra con el narcotráfico y que en español o no se usen o no se usen tanto. Desde el 11-S la expresión guerra contra el terrorismo ha hecho correr ríos de tinta mezclados con cascadas de sangre. Rápidamente los politólogos se dieron cuenta que eso de la guerra contra el terrorismo o no era una guerra o era un nuevo tipo de guerra. Ya no es la tradicional guerra Estado contra Estado de la segunda acepción del DLE, ahora es una guerra entre un Estado y un grupo de personas dentro de las fronteras de uno o más Estados. Por lo tanto desde hace un tiempo en inglés war puede significar una lucha entre dos contrincantes de diferente naturaleza.

En cambio en español no se suele escuchar que el Estado esté "en guerra con ETA" ni se habla de "la guerra contra ETA". Sí que hubo una guerra con ETA, la llamada guerra sucia, es decir, un grupo paramilitar ilegal (GAL) en contra de otro grupo paramilitar ilegal (ETA). Y es que la guerra española es una situación de confrontación entre dos iguales, ya sean países, grupos paramilitares o personas. Si en español se dijese "guerra contra ETA" se estaría dando a ETA un estatus de Estado. Por lo tanto estoy de acuerdo en que una war no es lo mismo que una guerra.

El problema es que hay una diferencia entre ETA y los talibanes: ETA nunca ha gobernado el País Vasco, mientras que los talibanes sí lo han hecho con Afganistán. Los ejemplos de guerra contra el narcotráfico o guerra con el terrorismo no tienen que ver mucho con Afganistán ya que EEUU y sus aliados comenzaron la guerra de Afganistán como una guerra clásica: dos Estados o más luchando entre ellos; el invasor consiguió echar del poder a sus enemigos y estos siguen luchando, no ya desde el poder, sino como terroristas. Así que el lexicólogo Alonso hiló unos argumentos muy finos, pero que no son aplicables al caso. En realidad la situación en Irak y en Afganistán fue similar. Decir que en Afganistán ya no hay guerra querría decir que en Irak tampoco la hay. De hecho habría que decir que para cuando Zapatero retiró las tropas de Irak, la guerra ya había terminado...

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viernes, 10 de septiembre de 2010

¿Qué ocurrirá cuando Internet cumpla 50 años?

La producción de libros en los primeros 50 años de imprenta es seguramente superior a toda la producción de copias manuscritas durante los 1.450 años precedentes de nuestra era.
PEDRAZA, José Manuel, CLEMENTE, Yolanda, REYES, Fermín de los: El libro antiguo. Madrid, Síntesis: 2005. 19.

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miércoles, 8 de septiembre de 2010

Manuscrt.Cao 2.0

¿Os acordáis que os dije que os avisaría de proyectos nuevos? Bueno, pues vengo a daros el soplo de la reciente aparición de la nueva reencarnación, digital, de Manuscrt.Cao, una de las revistas de expresión del grupo de investigación Edad de Oro-Biblioteca Nacional de España (EDOBNE), dirigida por Pablo Jauralde, capitaneada por Diana Eguía y Javier Maldonado y en la que servidor tiene el gusto de ayudar. Probablemente la mejor revista digital sobre manuscritos en español:



Aquí podéis ver el Índice del número 0:
· PABLO JAURALDE POU (UAM), “Sin que de mi nombre quede otra memoria”: sobre la autoría del Lazarillo.
· MARÍA JOSÉ ALONSO VELOSO (USC), Quevedo en sus lecturas: anotaciones autógrafas y subrayados en cuatro impresos de la Biblioteca de Menéndez Pelayo.
· MERCEDES SÁNCHEZ SÁNCHEZ (RAE), Documentos recuperados. El codicilo del testamento de Quevedo.
· JUAN ESCOURIDO-MURIEL (USAL), Fr. Paulino de San Bartolomé y los orígenes del ajedrez: el ms. 6414 de la Biblioteca Nacional de España.
· MARÇAL FONT I ESPÍ (UAB), Ramón Gómez de la Serna en “Mundo Ibérico”.
· VÍCTOR SIERRA MATUTE (UAM), De trajes y sombras: dos autógrafos de Miguel Hernández en el Biblioteca Nacional de España.
· FRANCISCO JAVIER MALDONADO ARAQUE (UGR), Miguel Hernández: un segundo manuscrito de “La espera puntual de la semilla”.

Además de un homenaje a Miguel Hernández. Otro día os cuento el porqué del nombre...

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viernes, 3 de septiembre de 2010

Pues eso, lo normal

La gran filósofa Ana Obregón dijo una vez algo así como "bueno, pero dejad a la gente en paz: que si son gays, que si son normales o que si qué". A lo que todo el mundo se le lanzó al cuello. Porque claro, es feo que te digan "¡tú, anormal!". Y más que te lo diga alguien como Obregón. Pero juguemos a hacer de abogado de la diablesa: se entiende que lo que quería decir era "que sean gays o que sean lo que la mayoría de la gente es, esto es: heterosexual". Y es que "normal", puede tener ese significado: lo que la mayoría de la gente es o hace. "Anormal" queda como palabra peyorativa para designar aquello que la mayoría de la gente no es o hace.


Pero ¿qué gente? ¿Qué mayoría? ¿Del mundo? ¿De Occidente? ¿De Europa? Bueno, reduzcámoslo a España... Aquí por ejemplo la mayoría de la gente es católica, pero no practicante. Así que se podría decir que lo normal es ser católico no practicante. De esta misma manera y siguiendo la argumentación de Ana, lo normal es ser hetero. Lo normal es que cada uno tenga dos piernas, dos brazos con sus correspondientes manos, un haz de veinte dedos, dos ojos, dos orejas y una nariz. Y claro, también los órganos internos que cualquier libro de biología señala como humanos. Y que normalmente todo funcione aceptablemente bien. Lo normal es, por 8 horas, no cobrar más de 2.500 ni menos de 700€. No es trabajar desde tu casa. Ni crear tu propio negocio. Lo normal es tener un tamaño normal de pene (macho) o pechos (hembra). Lo normal es tener (al menos) una cuenta de e-mail (Hotmail, G-mail o Yahoo) y un teléfono móvil del oligopolio Movistar-Orange-Vodafone. Y también un coche de una marca europea. Y una sola nacionalidad. Lo normal es no morirse hasta los sesenta y tantos. Lo normal es no haber probado la heroína pero sí el tabaco. Y haberte emborrachado y hasta haber vomitado. Es usar Windows y Office. Es no haber perdido a un hijo. Ni tampoco haber publicado un libro, ni un CD. Es que tus dos padres sean españoles. Y tu cuarteto de abuelos también. Es no haber tenido relaciones sexuales antes de los (digamos) 15 años. Lo normal es chapurrear inglés y decir en tu currículum que tu nivel es amazing. No es normal haber matado a alguien ni haber luchado en una guerra. Ni haber estado en Corea del Norte, Belice, Bielorrusia o Gambia. Ni tampoco tener cicatrices o quemaduras que se ven cuando uno está vestido. Lo normal es tener familia, no tener más de 2 ó 3 hermanos y que alguien (al menos tías o primas) se llame María. Es dudar sobre cómo se escribe sobre todo. Lo normal es que te guste algún tipo de chocolate, de café y de helado. Además, lo normal no es ser vegetariano. Lo normal es que los jóvenes tengan algún tipo de Facebook y saber qué es YouTube. No es normal no saber leer, ni que tu familia salga todos los días en la televisión. Sí que es normal que alguien de tu familia salga en la tele alguna vez. Pero no lo es ver a Ana Obregón en las comidas familiares. ¿No?

Lo normal es la media, lo medio. Uno, sentado frente a la pantalla de su ordenador, escribiendo en su blog, se imagina una enorme masa de españolitos casi uniformados desfilando por su caverna. Claro que me pongo a pensar en gente que conozco... Y no se me ocurre nadie que subraye todos los puntos del párrafo anterior: todos nos escapamos de algún detalle, nos deslizamos de la masa y la miramos desde un callejón. Y si todos lo hacemos, entonces ¿quién es esa media, esa multitud? ¿Será que sólo nos la imaginamos? ¿Será que en nuestro callejón solamente vemos unas sombras teóricas que en realidad sólo existen en el mundo de las Ideas? Al final acabo pensando que lo normal es preguntarse ¿es normal ser anormal?

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