lunes, 21 de septiembre de 2009

El Marco Narratológico de Schmid

La narratología es la rama de la filología que estudia la estrucuta de los principales elementos de la narración. Se ha especializado en el estudio de los diferentes niveles de narrador, narrado y destinatario.

Wolf Schmid, profesor de literatura eslava en la universidad de Hamburgo, ha desarrollado su propia teoría. Sus principales ideas en este campo se pueden encontrar en el libro Elemente der Narratologie (Berlin, De Gruyt: 2005), tristemente no traducido al español.

Aquí uno de sus esquemas, traducidos al español.

De esta manera se observa claramente todos los elementos y las relaciones entre sí. El autor y el lector concretos son entidades reales externas a la obra literaria. Cervantes hubiese seguido existiendo aunque no hubiese escrito ni una sola página del Quijote. De la misma manera hubiesemos existido nosotros. Este plano, el K-1, es el único que tiene esa característica. Los demás planos están encerrados dentro de la novela y su existencia depende de ella.

El autor implicito es aquel perfil que el lector puede recomponer gracias a la lectura. Cuando leemos un libro imaginamos que el autor de la obra piensa de tal manera, políticamente será de tal partido, su actitud frente a la religión es tal, etcétera. Este autor implicito cambia de libro a libro (no es el mismo Cela el que intuímos en la Colmena que en Pascual Duarte), de lector a lector e incluso de lectura a lectura. Así que hay muchos críticos que en realidad esto no es parte de la narratología sino un elemento de la crítica. Además el autor implícito también es aquel bajo el que se agazapa el verdadero autor. Es decir, cualquier recurso de inventarse un autor ficcional para la obra entra dentro del autor implícito. En esta área tenemos diferentes posibilidades: la invención de terceras personas (La familia de Pascual Duarte), el retrato del mismo autor dentro de la obra (Niebla, muchos cuentos de Borges) o la invención de diferentes autores y traductores (El Quijote).
El lector implícito es aquel que el autor se imagina leyendo su obra. Debe haber un mínimo de comprensibilidad entre el escritor y su lector implícito (por ejemplo ¿hablan el mismo idioma?) y dependiendo de cómo se imagine al lector la obra tendrá una características u otras.
El narrador es el recurso (persona, muchas veces sólo una voz) que nos cuenta la historia. Su plano es el llamado extradiegético (hay algunas divisiones que aseguran que no todos los narradores son extradiegéticos, sin embargo todos los narradores tienen una características que comparten que no son comunes al resto de personajes).
El receptor es la persona a la que el narrador cuenta la historia. Por ejemplo, en una novela epistolar hay un narrador que escribe a alguien (su pareja, por ejemplo). Esa persona querida sería el receptor de la obra.
Por último (¿último?) están los personajes de los que se cuenta. Además los personajes hablan entre ellos, por lo que en los dialogos va a haber siempre un emisor y un receptor. No sólo eso, sino que cualquier personaje le puede contar a otro personaje una anécdota en el que aparezcan terceras personas. En ese momento ese personaje se convertiría en narrador de otra historia. Y si esa misma anécdota la decide escribir como una novela, ese personaje se convertiría en un autor de una obra, obra que a su vez podría tener diferentes autores implícitos, voces narrativas, personajes, etcétera. Creándose una escalera de caracol de planos narratológicos complicadísima.
Veremos en posts futuros la aplicación de esta teoría.
Otros posts que te pueden interesar:
Enfoques de crítica literaria, según el modelo de la comunicación, de Lothan Bredella.
Ideas sobre categorías gramaticales
En español no hay ningún género neutro.

3 comentarios:

Kotoba dijo...

Esta teoría, según me parece, "se carga" un poco aquella que hablaba de emisor/receptor real frente a emisor/receptor virtual. O la amplía, mejor, perfecciona tal vez. No digo por ello que sea peor (ni mejor), pero los puntos suspensivos me parecen poco apropiados para postular una teoría de esta categoría. Creo que el señor Schmid debería trabajar en encontrar el centro de ese cuadrado tan perfectamente desarrollado, y considerar otras opciones narratológicas, que las hay (se me ocurre, por ejemplo, que el propio autor de la obra se convertirá, a priori o a posteriori, en receptor más o menos implícito).

Bravo, de todos modos, al autor de la teoría y al traductor que nos la brinda ;)

¡Saludos!

José Calvo Tello dijo...

Hola Kotoba,
bueno, se supone que el centro del esquema es el final de los niveles en una novela media. Sólo en aquellas en las que un personaje se convierte en narrador o en autor implícito habría más niveles. Estos se repetirían de manera ordenada (es decir, de nuevo un narrador implícito, otro narrador, otro personaje, etcétera) sin un final claro. En realidad este esquema se podría complicar muchísimo más: traductores, editores, varios autores, diferentes niveles que tienen el mismo referente (un autor real se esconde detrás de un autor implícito inventado pero que usa la voz del autor real y que cuenta su propia vida, es decir, una autobiografía con la careta de un autor implícito) y un eterno etcétera.

Gracias por el comentario :)

Kotoba dijo...

Uy, creo que me has contestado sin saber quien soy. Bueno, mea culpa entonces, ya que no me presenté en su momento. Soy Haplo, de clase... que desde que he vuelto me estoy poniendo a tono con la comunicación en red :)

Comprendo, de cualquier modo, que una teoría narratológica completa no se puede limitar a un esquema de tan reducidas dimensiones, lo que remarca aún más el mérito del señor Schmid al aunar de forma tan concisa elementos que tanta explicación requieren.

¡Otro saludo!

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