–Estirao, has matado a mi mujer...
–¡Que era una zorra!
–Que sería lo que fuese, pero tú la has matado. Has deshonrado a mi hermana...
–¡Bien deshonrada estaba cuando yo la cogí!
–¡Deshonrada estaría, pero tú la has hundido! ¿Quieres callarte ya? Me has buscado las vueltas hasta que me encontraste; yo no he querido herirte, yo no quise quebrarte el costillar...
–¡Que sanará algún día, y ese día!
–¿Ese día, qué?
–¡Te pegaré dos tiros igual que a un perro rabioso!
–¡Repara en que te tengo a mi voluntad!
–¡No sabrás tú matarme!
–¿Que no sabré matarte?
–No.
–¿Por qué lo dices? ¡Muy seguro te sientes!
–¡Porque aún no nació el hombre!
Estaba bravo el mozo.
–¿Te quieres marchar ya?
–¡Ya me iré cuando quiera!
–¡Que va a ser ahora mismo!
–¡Devuélveme a la Rosario!
–¡No quiero!
–¡Devuélvemela, que te mato!
–¡Menos matar! ¡Ya vas bien con lo que llevas!
–¿No me la quieres dar?
–¡No!
El Estirao, haciendo un esfuerzo supremo, intentó echarme a un lado.
Lo sujeté del cuello y lo hundí contra el suelo.
–¡Échate fuera!
–¡No quiero!
Forcejeamos, lo derribé, y con una rodilla en el pecho le hice la confesión:
–No te mato porque se lo prometí...
–¿A quién?
–A Lola.
–¿Entonces, me quería?
Era demasiada chulería. Pisé un poco más fuerte... La carne del pecho hacia el mismo ruido que si estuviera en el asador... Empezó a arrojar sangre por la boca. Cuando me levanté, se le fue la cabeza –sin fuerza– para un lado...
Yo siempre digo que alguien debería enviarle esta novela a Quentin Tarantino. Nadie me hace caso nunca... Por cierto, aquí está la novela La familia de Pascual Duarte de Cela en Scribd o en Taringa para descargar.
No me ayudo en nada
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